El proyecto de innovación, financiado por el Ministerio de Economía, Industria y Competitividad a través del Centro para el Desarrollo Tecnológico Industrial (CDTI) y en el que colabora la Universidad San Pablo CEU, generará un producto final con una mayor durabilidad.

Grufesa, firma de Moguer (Huelva) productora y comercializadora de berries, y la empresa AMC Chemical impulsan el proyecto ‘Desarrollo de una nueva tecnología integral basada en diferentes bioefectores para alargar la vida útil de la fresa’ (IDI–20160667), financiado por el Centro para el Desarrollo Tecnológico Industrial (CDTI), adscrito al Ministerio de Economía, Industria y Competitividad, y en el que colabora la Universidad San Pablo CEU (Madrid), con el objetivo de crear una nueva tecnología integral capaz de mejorar y alargar en un 40% la vida postcosecha de la fresa dependiendo de las condiciones ambientales, con un menor aporte de agroquímicos, contribuyendo así a la seguridad alimentaria dentro de una agricultura sostenible.

El proyecto, cofinanciado por el Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER) a través del Programa Operativo Plurirregional de Crecimiento Inteligente 2014 – 2020, constituye para el consorcio formado por Grufesa y AMC, dedicada a la fabricación y comercialización de productos biotecnológicos innovadores libres de residuos para uso agrícola, la respuesta a una necesidad estratégica empresarial, sobre todo la de la producción de una fresa de calidad diferenciadora con larga vida para extender su actividad comercial a mercados a los que no podría acceder sin una mayor durabilidad del tiempo de conservación.

Desde el punto de vista de la producción y la comercialización, la fresa tiene un período útil de consumo muy corto debido a la facilidad con que se deteriora el fruto por el efecto de microorganismos patógenos, alterando su calidad nutricional y su interés como alimento saludable. Con este proyecto, mediante el desarrollo de tratamientos innovadores, como nuevas tecnologías de aplicación de bioefectores biológicos y naturales a base de microorganismos o sus extractos, estractos de plantas y de organismos vivos, se mejora la calidad del fruto y su durabilidad postcosecha, proporcionándole un valor añadido al producto de gran interés económico.

El empleo de dichos bioefectores integrados en el manejo productivo de la fresa permitiría estimular los sistemas metabólicos de la planta implicados en la defensa frente a posibles agentes patógenos, contribuyendo así a mejorar la producción y minimizar el impacto de plagas en el cultivo y reducir el uso de fitosanitarios químicos.

El resultado final será la generación de un producto alimentario con una vida postcosecha un 40% mayor, siempre supeditada al impacto de las condiciones ambientales, mejorando así sus características organolépticas y posibilitando su venta en mercados hasta ahora inalcanzables, además de con unos estándares de calidad más allá de los parámetros nutricionales, reforzando su condición de alimento saludable.

Debido al alto contenido científico-tecnológico de la propuesta será necesaria la colaboración de la Universidad San Pablo CEU, concretamente del grupo Biotecnología de la Rizosfera CEU, a través de reconocidos científicos de prestigio internacional, como el Catedrático Javier Gutiérrez Mañero y su equipo de expertos.

Este proyecto abre un nuevo camino hacia una tecnología libre de residuos que mejore este proceso, además de beneficiar significativamente a la industria fresera, que se enmarca dentro de las claves de la filosofía de trabajo de Grufesa, totalmente sostenible y respetuosa con su entorno y el medio ambiente para fortalecer su compromiso con una producción de calidad, segura y sostenible.

“La fresa tiene un período útil de consumo corto y este proyecto, pues, responde a una necesidad estratégica de prolongar su durabilidad para poder abrir nuevos mercados” explica el gerente de Grufesa, Carlos Cumbreras, quien destaca, además, que esta nueva tecnología de bioefectores biológicos generará una fruta de mayor calidad, “lo que le proporcionará un valor añadido”, siempre bajo los más estrictos parámetros de seguridad alimentaria y de sostenibilidad medioambiental.

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